miércoles, agosto 26, 2009

Él.

Estaba cansada. Era la tercera vez en ese día que tenia que subirme al metro. No ponía mucha atención a mi alrededor. Solo me perdía en mis divagaciones y en la música que salía por mis auriculares. No había pasado nada nuevo ese día. Lo mismo de siempre, la misma escuela, la misma gente, el mismo andén. Pero entonces… lo vi.
Me pasó por enfrente mientras buscaba en donde sentarse. Quizá otro día lo hubiera visto y no lo habría notado, pero algo me atrajo. Como si el fuera el lado positivo y yo el negativo queriendo aferrarse a su cuerpo y no dejarlo escapar nunca.
El no me notó, se fue a sentar y se dejó caer en el asiento con cara de fastidio. Se quitó los anteojos para pasarse la mano por los ojos. Yo miraba cada movimiento suyo, fascinada. No era perfecto ni mucho menos. Era simplemente… él. Él con su camisa desabrochada de los botones mas altos dejando ver la piel tensa sobre los huesos de su cuello; él con su nariz fina y sus labios delgados adornados por unos ojos sublimes color chocolate y unas mejillas ligeramente rosadas; él con su cabello corto y sin muchas complicaciones. Él, con un aire de hombre mayor pero a la vez un espíritu joven, desgarrador.
De pronto volteó hacia mí. Y fue electricidad. La podía sentir saliendo por su mirada penetrante y rodeando todo lo mío, bajando por mi cuerpo, haciéndome temblar.
No era amor a primera vista. Yo no creía en eso. Pero sin duda era algo nuevo, algo inexplicable.
El sonido del tren acercándose me despertó del sueño. Ambos nos volteamos hacia enfrente al mismo tiempo. Lo observé pararse y acercarse al final del andén. ¿Lo habría sentido también? Quizás no. Quizás solo vio en mi una niña curiosa y sin importancia alguna.
Me subí al tren, aun sin quitarle los ojos de su espalda, su camisa clara. Noté que era alto, y mis labios se torcieron ligeramente en una sonrisa. Era mas alto que yo.
Yo me recargué en la puerta del tren. Él escogió un asiento, con otro vacío a su lado.
No era el destino. Yo no creía en eso. Pero era algo. Eran nuestros imanes que se buscaban a través de la materia. Me fui a sentar a su lado. Mas por inercia que por voluntad propia.
Y otra vez esa sensación. Esa sensación de electricidad. De magia. Quizá era solo yo.
Podía ver a través del rabillo del ojo, como su pecho se levantaba y volvía a bajar; respiraba muy profundamente.. me hacia sentir cosquillas en lugares escondidos. Podía olfatear su fragancia, cerraba los ojos y me dejaba envolver en ese aroma a.. él. Yo solo quería tocarlo, quería besarlo. Decirle “Hola extraño. Te he estado buscando” y que me sonriera y que me abrazara. Que me cuidara por el resto de sus días y que me amara después de saber quien era yo.
Pero esas cosas no pasan en la vida real. Mi mundo de fantasía siempre existiría de ese modo. Y no podía hacer nada, mas que esperar magia. Pero yo no creía en la magia.
El viaje se hizo muy corto. Yo no quería que terminara jamás. Y el milagro nunca llegó. Y las puertas se volvieron abrir, presionándome para que volviera ala realidad, para que bajara del tren para que este pudiera seguir su rutina. Pero la magia me pilló.
Bajé del tren, pisando con cuidad, pisando sin prisa, con mi imán quejándose de la falta de su lado opuesto. Pero la sensación duró poco. Porque ahí estaba el, otra vez. Bajando las escaleras al lado mío. A paso lento, sin prisa. Queriendo prolongar el momento de utopía.
Seguimos así, por no se cuando tiempo. Un escalón a la vez. No nos mirábamos, pero sentíamos la electricidad; el magnetismo. La gente a nuestro alrededor se difuminaba como el viento, ese que no puedes ver, que sientes pero que no te importa. No piensas en el. Pero tenía que terminar. Como todo en esta vida, llega a un final. El mío fue en la estación de la universidad, en donde había dos caminos para tomar. Yo soy la derecha, y el es la izquierda. Yo el negativo y él el positivo. Pero antes de irse, otra vez a no se donde, me regaló una ultima mirada. Yo voltee hacia atrás y me tope con sus ojos. Fijos. Oscuros. El lo sabía, y yo también. Que quizás esta sería la ultima vez. La primera y última, que coincidimos en este camino, que en cada bifurcación nos aleja mas y más. Y ya no habrá amor a primera vista, y ya no habrá destino, y ya no habrá magia ni milagros ni sueños ni utopías.
Adiós extraño. Si te hubiera podido decir algo, te habría hecho saber, que la vida es un solo camino, con todo y sus bifurcaciones, que termina en un solo lugar. Y cuando lleguemos a ese final, nos volveremos a encontrar.

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